Real de la codorniz
Rufino Rodríguez Garza.
Real de la codorniz es un nombre que tomé de una enorme roca, la cual ya tenía el nombre desde hace tiempo y quien le puso el nombre y desde hace cuando, no lo sé.
El vándalo “escogió” la piedra que contaba con más petroglifos y encima de estos antiguos vestigios, alguna persona tuvo la idea de darle nombre a esta parte del cañón de Eslabones. ¿Porque los antiguos pobladores escogieron este sitio para llenarlo de los motivos más extraños y además indescifrables?
Llama la atención el mencionado sitio porque habitarlo fue casi imposible, solo puedo imaginar que se utilizó en rituales de cacería, pues las chimeneas se encuentran en poca cantidad y seguramente fueron utilizadas en campamentos de paso, estacionamiento de uno o dos días para capturar a las presas.
Este lugar está lejos de fuentes o manantiales de agua; el aguaje más cercano se localiza a dos o tres kilómetros, lo que hacía imposible los asentamientos temporales. El sitio se prestaba para algunos rituales tanto de cacería, de petición de lluvias, fertilidad, sanación o donde se realizaron ritos de tránsito, de defunciones o el paso de adolescentes a adultos guerreros. El trabajo de los futuros investigadores será arduo y de difícil solución.
Los grabados van desde épocas muy tempranas hasta las tardías fechas de colonización a partir del siglo XVI y XVII. Más adelante, en esta nota, hablaremos de los abundantes grabados coloniales achacables a los recién llegados españoles o sus apoyadores tlaxcaltecas quienes llegaron ya evangelizados, dejando testimonio de su paso o estancia por esta región.
El compañero Ventura y un servidor “descubrimos” el sitio hace más de 10 años y en aquellas fechas, por las cámaras analógicas y por desconocimiento de la geografía del Cañón, tomamos pocas fotos. En esta ocasión y con las modernas cámaras digitales fácilmente tomamos más de 1400 fotos, incluyendo paisaje, fauna, flora y por supuesto imágenes de petroglifos.
Las figuras abstractas predominan sobre los dibujos naturistas, aquí se observan proyectiles, atlatls y navajas enmangadas. Los atlatls son relativamente pocos hasta esta parte del Cañón. Sabemos que en las inmediaciones del mismo habrá más representaciones de ésta herramienta.
En ninguna parte se observó el arco y la flecha, lo que nos da idea de lo antiguo de sitio. Destacan también los “hongos” o símbolos de propiedad o territorialidad a todo lo largo del Cañón, los hay de diferentes hechuras y tamaños pero fácilmente identificables.
Las cuentas son pocas y aún desconocemos que fue lo que contaron o quizá que relación pudieran tener con cuestiones astronómica, seguramente emparentado con el paso de la luna y la cuenta de 28 días. Las cuentas forman figuras, unas parecen collares otras líneas rectas, algunas más enmarcadas, y cuando menos dos en forma circular.
Las rocas están en la parte plana, al pie de la enorme Sierra Pinta. Las rocas, algunas pequeñas y otras de varias toneladas están “protegidas” por plantas espinosas que dificultan acercarse lo suficiente para retratar los motivos grabados por los nativos.
Aquí se grabó a través de tiempo por varias generaciones, pues la pátina nos indica indirectamente la antigüedad de los grabados.
Entre los motivos abstractos podemos observar muchos elementos circulares de diferentes tamaños, algunos concéntricos y no pocos motivos de esta gráfica rupestre que fueron debidamente pulidos, lo que demuestra la pericia de los grabadores, quienes dedicaron tiempo y esfuerzo para delinear y grabar, para después pulir varias de las figuras allí representadas.
Solo se localizó una representación de un venado de cuerpo entero y de excelente manufactura; éste se localiza a la entrada del Cañón, del lado poniente. Ya en la parte del “Rial” de la Codorniz se observan huellas y astas, motivos repetitivos en el lugar, pero también en todo el Valle del Pelillal, de Chupadero, Huizachal, Ojo Frío y en los límites de Ramos Arizpe con Mina, Nuevo León.
Hago referencia a lo anterior, pues en otros sitios con petroglifos como los de Parras, General Cepeda y San Pedro, estos motivos desaparecen totalmente.
Aquí en el “Rial” se observan una buena cantidad de círculos, tanto solares (radiados) como concéntricos; de igual forma vemos que en el lugar se encuentran fósiles marinos y en los alrededores es fácil tropezarse con caracoles y amonites.
A la llegada de los europeos y tiempo después los tlaxcaltecas, los nativos “retrataron” a los “blancos” y sus indumentarias, de igual forma grabaron también los “nuevos” animales que traían los invasores, los cuales les eran completamente desconocidos, siendo en su caso los caballos, vacas y ovejas.
Uno de estos motivos ya históricos se publicó en el libro “Arte Indígena en Coahuila” y en el cual se hace una errónea interpretación del mismo: se trata de un español y/o tlaxcalteca junto a una vaca, con la salvedad de que se “retrató” una vaca ¡pinta! Sin embargo, para la Dra. Solveig Turpin, relaciona este vacuno con un venado (pág. 108 oportunamente citado).
Otro motivo clásico de la región es el que se refiere a las cruces cristianas, las que tienen triángulos en los extremos y muchas con pedestal de uno, dos y cuatro escalones y que en el argot religioso se relacionan (los escalones) con cada uno de los 4 evangelistas; pues en el “Rial” de la Codorniz, son abundantes.
Otro dibujo histórico es el de un personaje a caballo, se distingue claramente la rienda del freno, junto al jinete y del doble del tamaño una figura humana estilizada con una mano en la cintura y la otra en la cabeza. Esta figura se repite en otros sitios del Valle del Pelillal.
En próximas colaboraciones hablaré de unos extraños proyectiles, de un símbolo astronómico y de otras peculiaridades del “Rial de la Codorniz”.
rufino.rupestre@gmail.com
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